El miedo en los niños. ¿Cómo lo ayudo a superar sus miedos?.

Los miedos cumplen con un patrón evolutivo y van cambiando de etapa en etapa

¿Miedos?… ¿temores infantiles?… Lo primero que debes saber para poder calmar tu angustia como padre es que el miedo es “normal”, es un fenómeno universal en el desarrollo evolutivo del niño y que como toda conducta puede estar condicionada. El condicionamiento del miedo es un aprendizaje de tipo pavloviano, donde un estímulo predice la presencia de un evento o peligro real o imaginario generando en consecuencia respuestas fisiológicas y conductuales.

Expertos en el área afirman que esta “regularidad” representa un componente importante de valor adaptativo para la especie y su superviviencia, es decir, estas sensaciones y emociones desagradables que experimentamos desde niños cumplen una función vital que nos mantienen alerta ante situaciones de potencial peligro.

Cuando este miedo sobrepasa la “normalidad” y llega a ser desadaptativo, la consecuencia se evidencia en conductas inoperantes que van unidas a otras de angustia y sufrimiento tanto en los niños como en los padres y adultos significativos.

El miedo, puede entonces condicionar su funcionamiento, alterando la capacidad para enfrentar situaciones cotidianas: asistir al colegio, dormir, visitar al doctor, entre otras.

Definir el límite entre un temor “normal” y uno “patológico” no siempre es tarea fácil y dependerá de la etapa evolutiva del niño, el motivo del temor y sus circunstancias, así como la intensidad, frecuencia, angustia y grado de inoperancia que se presenta en el niño.

Hasta este punto, la primera recomendación es estar atentos al grado de intensidad, frecuencia e inoperancia de los temores que evidencian los niños y adolescentes, con el fin de canalizarlos de la manera más adecuada a través de conversaciones acertadas y adaptadas a la edad, estableciendo empatía con nuestros pequeños y evitando hacer burlas o juicios.

Más allá del condicionamiento que puede presentarse en los niños asociados a los miedos “normales” en la infancia, los expertos identifican algunos factores que pueden incidir o potenciar de manera significativa esta etapa:

Comunicación negativa: La información o instrucción negativa suele ser uno de los factores que potencian los miedos y la ansiedad en los niños, ya que la capacidad de convicción estará asociada a la importancia que tenga la persona que emite la información, en la vida del niño.

Patrones familiares: Según algunas investigaciones, aquellos padres que han desarrollado trastornos de ansiedad o temores suelen tener hijos con los mismos patrones, pues los adquieren por modelamiento.

Por condicionamiento: Suele presentarse cuando el niño experimenta una situación importante de riesgo o peligro, por ejemplo, si un pequeño fue mordido por un perro mientras jugaban es probable que en el futuro al ver un perro o al escuchar sus ladridos, emita una conducta de miedo y rechazo.

Experiencias vitales o traumáticas: De igual forma, un posible factor generador de miedos pueden llegar a ser las experiencias desagradables o traumáticas; como presenciar discusiones, gritos, peleas o situaciones que le impacten emocionalmente. Esto incluye películas o programas con imágenes de violencia o terror no acordes a la edad del niño, que le impiden diferenciar la fantasía de la realidad.

Es importante hacer un seguimiento objetivo de las conductas que el niño emite asociadas a miedos o temores, delimitando hasta qué punto son “normales” o inoperantes, pues estas últimas pueden derivar en trastornos clínicos como fobias o ansiedad.

Por otra parte, es necesario saber que los miedos o temores no son malos, pues nos permiten estar más alertas y reaccionar ante situaciones donde nos sentimos amenazados, cumpliendo una función adaptativa que nos hace buscar protección y en casos más fuertes “motivarnos” hasta luchar por la supervivencia. Esto se debe a que las sensaciones desagradables que experimentamos al tener miedo, nos alejan de peligros reales que pueden afectar nuestra vida o la de los demás.


El miedo puede considerarse como un sensor que advierte de un riesgo vital o peligro. Cuando detectamos un estímulo o situación que amenaza nuestra vida o equilibrio, entre otros procesos de adaptación o ajuste, se genera el miedo; que cumple con su función adaptativa al alertarnos para emitir alguna conducta que nos distancie de dicho estímulo de amenaza.


La mayoría de los especialistas definen dos tipos de miedos: innatos y adquiridos. Los innatos se heredan grabándose en nuestros genes y se relacionan con el miedo a la oscuridad, a los fenómenos naturales, a la muerte, etc. Los miedos adquiridos provienen del ambiente, tienen un factor cultural y de aprendizaje; miedos a determinados animales, viajar en avión, a las multitudes, entre otras.


Al sentirnos amenazados manifestamos inseguridad, temor, angustia, desconfianza, que van acompañadas físicamente con la aceleración del pulso, dilatación de las pupilas, tensión muscular, entre otras manifestaciones provocadas por la secreción de adrenalina a la sangre, desde las glándulas suprarrenales, que nos alertan y preparan para reaccionar.


Por ejemplo, si tu hijo tiene 5 años o más y está manifestando conductas de temor a los monstruos o antes de ir a dormir, te recomendamos la lectura de este cuento: “Yo mataré monstruos por tí” de Santi Balmes.

Aunque el título puede parecer agresivo, nunca dentro de la historia se busca una solución agresiva ni se utiliza la violencia para vencer el miedo a los monstruos. El título obedece a una frase utilizada por el padre de Martina (La protagonista de la historia, quien manifiesta miedo antes de ir a dormir porque es la única persona en la casa que escucha al monstruo), para hacerle saber que la defenderá de cualquier monstruo que la quiera molestar y siempre estará a su lado.

Como dato curioso, la primera edición del libro se agotó en pocas horas y a la semana se imprimía la segunda, estando actualmente en la séptima edición.

Entre las recomendaciones de los especialistas para superar el miedo a los personajes fantásticos como monstruos o brujas está la de solicitar al niño que dibuje en una hoja el monstruo que le da miedo. Después se hace lo más parecido posible en tela o fieltro y se presenta al niño con el objeto de que sea tangible y pueda tocarlo. Esta actividad de tipo creativo otorga al niño la posibilidad de darle forma a sus miedos y poder enfrentarlos de manera simple y natural.

Los miedos cumplen con un patrón evolutivo y van cambiando de etapa en etapa, sin embargo, esto no representa un riesgo en sí, ya que es un proceso natural y universal. La situación se complica cuando un miedo es excesivo e irracional afectando el desarrollo y desenvolvimiento del niño, al sobrepasar los parámetros normales.

Según la etapa evolutiva que atraviesa el niño, se encuentran algunos de los miedos más comunes… tenerlos en cuenta y reconocerlos nos ayuda a canalizarlos de una manera adecuada:

De 0 a 2 años: Ruidos fuertes, presencia de personas extrañas, algunos objetos, sitios altos, ansiedad de separación.

De 2 a 6 años: Seres o personajes como fantasmas y monstruos, animales (Especialmente de gran tamaño y que emiten ruidos fuertes), al colegio, la oscuridad, personas disfrazadas o a usar disfraces.

De 6 a 8 años: Existe una transición entre miedos imaginarios a otros más reales, fenómenos naturales y meteorológicos, accidentes, médicos: batas, agujas y sangre, daño físico.

De 8 a 11 años: Al abandono de los padres o a su separación (divorcio), a la muerte, a las relaciones sociales y las críticas, al fracaso, a la propia imagen, al desempeño académico, miedo social: perder amigos, no poder entablar relaciones de amistad, al ridículo.

Adolescencia: Miedo al rechazo y al fracaso, miedos asociados al incremento natural de las relaciones interpersonales.

Como todo proceso, superar los miedos o temores, requiere de paciencia, el apoyo de los padres y en especial de que estos controlen su propia ansiedad con respecto a las conductas que pueden estar manifestando sus hijos, ya que por lo general es esta ansiedad la que contribuye (sin intención) a magnificar e incrementar la conducta propiamente dicha.

En primer lugar, reconoce, acepta y respeta su miedo, por pequeño o insignificante que parezca. No lo minimices porque muy probablemente con esa “conducta” el niño te está expresando algo. Indaga.

Motívalo a que describa su miedo, lo que siente y que tan real puede ser. Bríndale la oportunidad de expresarse, sentir que lo escuchas y demostrarle que te interesa lo que le sucede.

Evita juzgarlo o criticarlo. Mucho menos lo castigues por sentir miedo o lo ridiculices delante de los demás. Tampoco lo compares con sus hermanos, primos o amigos “por ser valientes”. Evita exponerlo al motivo de su miedo.

Modela: acompáñalo y muéstrale que te acercas al elemento motivo de su miedo. Permite que observe que no sucede lo esperado. No lo obligues a hacerlo, sólo deja que observe. En lo posible utiliza el aprendizaje vicario invitando a otro niño a acercarse modelando la conducta esperada.

Este proceso debe ser progresivo y debe estar acompañado por el adulto hasta que el niño adquiera seguridad para enfrentarlo solo. Se recomienda realizar acercamientos progresivos al objeto que activa la conducta de temor y de ser posible asociarlo a elementos o situaciones placenteras. Recuerda reforzar de manera positiva cada acercamiento que haga hacia la superación de su miedo, por pequeño que sea: utiliza frases positivas y manifestaciones de afecto como los abrazos.


Finalmente, como padres y adultos significativos, es necesario entender que aunque deseemos evitar que los niños sientan miedo, esto forma parte del desarrollo evolutivo normal, brindando habilidades de adaptación y prevención ante diferentes situaciones. Escucha, observa, indaga y conduce el proceso según las diferentes recomendaciones de los especialistas en el área y en caso de no poder superarlas e incrementarse, afectado la vida del niño; acude al especialista: pediatras, psicólogos, terapeutas y orientadores en conducta pueden apoyarte.


Msc. Dayana Carrillo

Terapeuta Conductual